“Ocho días después, cuando llegó el tiempo de la circuncisión,
le pusieron el nombre de Jesús, nombre que le había dado el ángel
antes de que fuera concebido” (Lc 2, 21).
Muy queridos hermanos y hermanas, amigos y amigas. La fiesta de Navidad se prepara con cuatro domingos de anticipación durante el llamado tiempo de Adviento, y luego se celebra en grande en la Octava de la Navidad que culmina el día primero de enero, con la solemnidad de Santa María Madre de Dios. Después continúa el tiempo de Navidad durante el cual celebramos la Epifanía del Señor y se concluye con el Bautismo de Cristo. Recordemos que en la cultura occidental los años se cuentan a partir del nacimiento de Jesús; así que el llamado año civil está íntimamente ligado al año litúrgico o religioso.
Sea como sea, para cristianos y no cristianos, para practicantes o no practicantes de la fe, termina un año más y nos disponemos a recibir un nuevo año, lo cual nos da oportunidad de hacer una evaluación del año vivido y de hacernos buenos propósitos para el año por vivir. Esta circunstancia nos invita ante todo a darle gracias al Señor por cada día pasado, por todas y cada una de sus bendiciones. Si analizamos bien, es mucho lo que tenemos que agradecer, y para quien cree, todo es bendición, aún lo que no ha sido agradable. La vida es el principal don que tenemos que agradecer y ese es un regalo que compartimos con todos los seres humanos que hoy vivimos.
Tal vez hayamos pasado por circunstancias dolorosas, como despedir algún ser querido que nos dejó. Tal vez, al contrario, hayamos dado la bienvenida a un nuevo ser en el seno del hogar. Y si hemos cometido un grave pecado o un grave error, tomemos con entusiasmo la oportunidad del nuevo año, pidiendo al Señor que nos ayude a darle vuelta a la página. Es tiempo de pedir perdón a Dios y de pedirnos perdón unos a otros, para luego recibir con entusiasmo la oportunidad de la vida perdonándonos a nosotros mismos.
A los que tenemos sesenta años y más, nos ha tocado ver que el mundo nos ha cambiado vertiginosamente, y tenemos la tentación de volver a afirmar que “todo tiempo pasado fue mejor”. Pero si lo pensamos bien y vemos la vida con esperanza cristiana diremos que el tiempo presente siempre es el mejor, porque es el regalo actual de Dios.
¿Qué le vamos a regalar al año nuevo? Le podemos regalar, entre otras cosas, y no necesariamente en este orden:
- Honestidad y autenticidad.
- Un trabajo hecho con entrega y dedicación.
- Responsabilidad en todo lo que tenemos encomendado.
- Respeto a todas las personas.
- Defensa de la vida humana en todas sus etapas, de principio a fin, sin olvidar la vida de los pobres, los presos, los enfermos, los ancianos.
- Cuidado, protección y defensa de la casa común.
- Servir a la unidad y el amor dentro de la propia familia.
¿Qué vamos a pedir al Señor para el año nuevo? Toda persona medianamente sensata pedirá ante todo la salud; y todo auténtico creyente pedirá como san Agustín, “Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.
A todos mis sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, seminaristas y laicos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad les deseo un año muy feliz en el servicio a Dios y al próximo.
+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán