Estamos viviendo una auténtica fiebre de compra de máquinas de ozono para combatir el coronavirus, sobre todo a raíz de la reapertura de tiendas y restaurantes que aspiran a ofrecer las máximas condiciones de seguridad a sus clientes, así como concesionarios y talleres de coches, peluquerías, centros de estética, naves industriales y almacenes.
El pasado 27 de abril, además, el Ministerio de Sanidad incluía las máquinas de ozono entre su lista de productos biocidas para la desinfección del COVID-19 permitidos eventualmente para comercializarse. Pero ¿son eficaces?
¿Qué dicen las autoridades?
- Ministerio de Sanidad: el ozono no se encuentra entre los productos de la lista oficial de virucidas autorizados y registrados por el Ministerio de Sanidad. Se permite la comercialización de ozonizadores a la espera de finalizar el proceso de evaluación en la Unión europea, siempre que se respeten las medidas de seguridad correspondientes. Es decir, se desconce su eficacia, pero se permite su venta si se siguen normas para evitar problemas asociados a la toxicidad.
- EPA: la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos tampoco recoge como acción válida el ozono o productos derivados como opción válida para acabar con el coronavirus en superficies y objetos en la lista de desinfectantes eficaces contra el SARS-CoV-2.
- CDC y OMS: en los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) tampoco tampoco aparece como recomendación entre las instrucciones de desinfección.
- FDA: para la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos, el ozono es efectivo como un germicida del aire en una concentración que es mucho mayor a lo que es tolerado de manera segura por el hombre y animales, y no hay pruebas de que funcione con el coronavirus.
- SESA: la Sociedad Española de Sanidad Ambiental desaconseja el uso de dióxido de cloro y ozono en la desinfección del aire y superficies frente al coronovirus.
A día de hoy, pues, no existe literatura científica que sugiera actividad por parte del ozono contra a coronavirus, aunque sí que haya evidencia de su actividad frente a distintos hongos, bacterias, virus: estamos ante un oxidante que al entrar en contacto con un virus rompe por oxidación la membrana que lo cubre para eliminarlo posteriormente.
Y es muy eficaz: el ozono es 300 veces más rápido que el cloro y 590 veces más potente. No en vano, en 1856, tan sólo 16 años después de su descubrimiento, fue empleado por primera vez para el cuidado de la salud para desinfectar quirófanos y esterilizar material quirúrgico.
Pero la ausencia de literatura científica específica contra el SARS-CoV-2 es manifiesta, así que no se puede extrapolar.
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Con todo, el Ministerio de Sanidad ha permitido su comercialización hasta que concluya su evaluación por parte de la Unión Europea: el ozono se encuentra en la actualidad en revisión por la Agencia Europea de Productos Químicos para determinar las dosis necesarias para garantizar su eficacia como viricida y los efectos para la salud que estas concentraciones pueden desencadenar.
El ozono es tóxico
Además de que no hay evidencia científica de que el ozono sea útil contra el coronavirus, puede resultar tóxico. Si bien resulta primordial que exista oxono en nuestra atmósfera para para protegernos de la radiación ultravioleta, cuando se encuentra a nivel de suelo (ozono troposférico) es un gas peligroso y altamente contaminante: si lo inhalamos en grandes concentraciones, es tóxico para los pulmones. También puede producir efectos adversos como irritación de piel y daño ocular. Y, dado que eventualmente la actividad virucida del ozono solo tiene lugar a determinadas concentraciones (65-75 microgramos/L), estaríamos expuestos innecesariamente a otro riesgo.
A pesar de la publicidad de las máquinas de ozono, pues, los locales rociados con este gas no tienen una atmósfera limpia, sino tóxica.
Además, a nivel más doméstico, pueden ofrecer una falsa sensación de seguridad para algunos usuarios, porque muchos de los ozonizadores domésticos emiten muy poco ozono: sirven para que «huela a limpio», pero no desinfectan.
Actualmente tampoco existe en España ningún producto biocida que esté autorizado por el Ministerio de Sanidad para su empleo mediante nebulización (administración mediante vaporización a través de la vía respiratoria) sobre las personas. Solo están autorizados y registrados en España los productos viricidas que han demostrado eficacia frente al virus atendiendo a la norma UNE-EN 14476 (evalúa la capacidad viricida de los antisépticos y desinfectantes químicos) y que se encuentran en el Listado de Viricidas para uso ambiental (TP2), uso en la industria alimentaria (TP4) y su uso en la higiene humana (TP1).
Los generadores de ozono industriales, además, tienen que ser manejados por profesionales en condiciones de seguridad extremas. Por esa razón, si se acaban usando máquinas de ozono, se recomienda al menos que se ventile adecuadamente el lugar desinfectado antes de su uso y que no se aplique en presencia de personas.
Por consiguiente, dado que ni siquiera sabemos si nos pasaremos o nos quedaremos cortos usando un gas potencialmente muy tóxico (el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo estableció en el año 2019 unos valores límite profesionales de enter 0,05 ppm y 0,2 ppm dependiendo del trabajo), la limpieza de superficies con lejía parece una opción más recomendable, pues tiene también actividad virucida y reducimos el riesgo de inhalación pulmonar: sabemos que limpiar con una disolución de hipoclorito sódico (lejía o cloro) al 0,1% inactiva al virus en menos de 1 minuto.
Otra moda más (de momento)
En conclusión, las actuales máquinas de ozono, pues, podrían considerarse como una moda sin sustento científico (de momento), además de representar un riesgo innecesario.
Probablemente, su proliferación ha corrido como la pólvora porque no es la primera vez que el ozono se presenta como una sustancia saludable, a pesar de que es un oxidante muy potente que procede, entre otras fuentes, de los tubos de escape de los coches y de las emisiones industriales.
Su único efecto terapéutico comprobado se centra en los casos de hernia discal o de dolor fuerte en la espalda (las infiltraciones con ozono mitigan este dolor, probablemente porque la fuerte oxidación inerva esa zona), pero ello no ha sido impedimiento para que surgiera la ozonoterapia.
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Este tipo de medicina alternativa (sin evidencia científica) propone, entre otros dislates, tratamiento de diversas enfermedades, incluyendo cáncer, VIH o esclerosis múltiple.
Con la epidemia del COVID-19, pues, estamos viviendo un déjà vu: mismo perro, distinto collar.
FUENTE: XATAKA.COM