Colaboración: JellyE.V.
Hoy una fuerte lluvia cayó sobre esta hermosa Ciudad, fue bañada torrencialmente por este bendito aguacero, venía con temor a que mi auto quedará varado en pleno centro histórico o por la Ex Penitenciaria Juárez, Colonia Madero y para rematar quizá por la Colonia Xoclán, el agua no le daba tregua a las calles ultra mega inundadas y ni a los motociclistas y automóviles que circulaban entre las 3 y media y 4 de la tarde, parecía una Venecia, donde faltaban únicamente las góndolas, no conozco Venecia pero así me la imagino.
Ojo urge un plan pluvial anti encharcamientos porque cada vez que llueve tenemos una Mérida convertida en mar de aguas negras para acabarla de amolar.
Pero este no es el tema, que zas se me acuerda porque cayó así y me arrepentí de mi enojo y temor, hoy creo que a la mayoría de las yucatecas y yucatecos nos embarga una felicidad que es difícil de describir, la lluvia anuncia que nuestros padres, alguna hermana, hermano, primo, abuelos, tíos, que han dejado este mundo terrenal vienen cada año a visitarnos y con esta primera lluvia de octubre según las historias de nuestros abuelos las almas lavan su ropa que traerán para que les sirva todo un mes, en el que estarán con nosotros en el mundo de los vivos.
Empezamos a sentir aromas que ellos en vida solían usar en sus vestimentas, mientras que nosotros nos esmeramos en comprar todos los utensilios que nos servirán en esos días que estarán para honrarlos, además de que prepararemos las comidas que eran sus favoritas como el relleno negro o el escabeche, acompañado de su respectivo refresco gaseoso, una bebida espirituosa y hasta el huaro que pondremos en la mesa del altar de nuestras casas.
Esta conmemoración la debemos de arraigar más en nuestros hijos, de ellos depende la preservación de nuestras culturas milenarias, no sé ustedes pero al momento de escribir esta humilde nota se me salen las lágrimas, en recordar en lo personal a mi papá Vicente, la tátara abuela Lucrecia que cariñosamente le decíamos mamá grande, a mis abuelos mamá Ana y Papá Layo, a mi tan querido primo Martín, a mi compadre Jorge y hasta a mi cuñado Pancho, a todas ellas y ellos les seguimos extrañando mucho, pero a pesar del tiempo parece que fue ayer cuando se fueron al regazo del Creador.
Por eso en este mes debemos levantarnos temprano a hacerles el desayuno en los horarios que acostumbraban tomárselos, mi tío Maximiliano que además es mi padrino de Confirmación y que todos en casa le llamábamos tío neno, solía tomar su café a las 6 de la mañana y trato de cumplirle la hora, pero él sabe que soy dormilona y lo que hasta la fecha echo de menos de él, es que siempre tenía una frase para mí, como cuando no sabía llegar a algún lado me decía “chiquita preguntando hasta a Roma se llega”, los extraño valga la redundancia.
Esta reflexión es con mucho cariño y se las comparto porque sé que ellas y ellos permanecerán en nuestros recuerdos y dichoso es aquél que todavía tiene el privilegio de tener a toda su familia aquí en la tierra, mientras tantos celebremos esta tan esperada llegada anual de nuestros seres queridos.
Recuerden sean felices pase lo que pase.