Colaboración: Dr. Jorge Efraín Salazar Ceballos
Médico Neurólogo
El proceso de aceptación del TDAH desde un enfoque Psicotanatológico
Dra. Edith Noemí Rodríguez Campos
Psicotanatóloga
El TDAH se encuentra entre las enfermedades que alteran en gran medida y por largo tiempo la vida tanto de quienes lo padecen como de los familiares ya que la realidad tanto del que lo padece cómo de quienes constituyen el ámbito familiar y social cercano, sufre una transformación significativa
Se genera un estado de descontrol como en otras muchas cuestiones de la vida, sin embargo, lo que sí está en el dominio personal es cómo voy a responder ante este hecho, procurando el máximo bien-estar de todos los que de alguna manera están implicados.
Las más de las veces es difícil atenderlo, genera en todo el grupo intensos estados de estrés y angustia, resultando en ocasiones fuertes situaciones de crisis. Se entiende como crisis un estado de desorganización que nos incapacita para manejar las situaciones y obtener un resultado positivo.
¿Cómo lograr aceptar y asumir esto que está aconteciendo?
Es importante aclarar que aceptar no significa resignarse a la situación, la resignación es pasiva: “no hay de otra, “ocurrió, o “por algo Dios nos mandó esta situación”, etc., aceptar el diagnóstico de un padecimiento implica un proceso más activo y de responsabilidad; significa comprenderlo desde el plano RACIONAL en toda su plenitud, esto es: con sus pros y sus contras, analizándolo desde una perspectiva reflexiva y crítica, para poder valorar todas las aristas y así poder y saber entender tanto las causas del problema como sus implicaciones.
El siguiente paso, es la dimensión EMOCIONAL, esto significa ser consciente del acontecer afectivo positivo y negativo, “Awareness”, que quiere decir:
a) estoy consciente de lo que sucede bajo mi piel
b) que acontece en el entorno y muy importante
c) que surge en la zona de mi fantasía como expectativa.
Esto expresado en el párrafo anterior no es algo fácil de hacer, sobre todo si estamos demasiado involucrados emocionalmente, por ello es necesario pedir las ayudas de los profesionales que conozcan con profundidad la situación.
Muchas veces nos sentimos desprotegidos, como si estuviéramos en cero; sin embargo, al hacer consciencia de las implicaciones y de los alcances se hace necesario involucrar en ese ejercicio el razonamiento y esclarecimiento de los recursos con los cuáles se cuenta, lo cual facilita en gran medida el proceso de ACEPTACIÓN ante el duelo de la salud. Dicho duelo implica transitar por todo un acontecer que se da en varias etapas y que a continuación se describe:
I. Desconcierto. Se generan estados de aturdimiento, embotamiento y desorganización.
II: Negación: Las personas no estamos preparados para enfrentarnos a la pérdida de la salud, de manera que negamos la enfermedad, esa será nuestra primera reacción de defensa ante la noticia de que padecemos o alguien cercano padece alguna enfermedad crónica. La negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; y es una forma de defendernos mentalmente ante esa mala noticia.
Esa negación nos originará pensamientos tales como que el informe pudiera ser erróneo, se niega la realidad de la enfermedad. Esta negación puede tomar, peligrosamente, una forma de desafío se ve en afirmaciones tales como, “los medicamentos complican más” o “los medicamentos provocan adicción”
Debutan cantidad de miedos y temores porque ya se tiene un diagnóstico, pero muy poca información sobre la enfermedad. El círculo familiar y de amigos probablemente saben muy poco o nada sobre la enfermedad y de cómo afecta.
En esta fase y en esa sensación de soledad que se experimenta, la mejor cosa que se puede hacer para pasar esta etapa, es aprender todo lo que podamos sobre la enfermedad y de cómo mejorar la calidad de vida.
III. Ira y Enfado: En esta etapa se reconoce que la negación no puede continuar porque la enfermedad es totalmente evidente. Aparecen sentimientos como la ira y todos los sentimientos asociados a la misma y esto provoca que todo resulte más complicado. Por la mente suele aparecer múltiples preguntas como: “¿Por qué a nosotros?”, “¡No es justo!”, “¿Cómo nos puede estar pasando esto?” surge el enfado hasta con los médicos y/o con el resto de profesionales sanitarios. Es importante saber que concentrándose en el enfado solamente aumentará el estrés y la angustia. La manera más productiva de manejar el enfado, es canalizarlo y concentrar los pensamientos y las acciones en buscar el plan de tratamiento más adecuado para mejorar la salud y por ende la calidad de vida.
IV. Depresión: El problema de salud que causa la enfermedad realmente nos impacta a diferentes niveles como el físico, el psíquico y el social. Aparecen sentimientos desalentadores, se tiene mucho miedo a las vivencias e incapacidad que pueda generar la enfermedad crónica y de todo lo que va a traer la enfermedad a nuestras vidas. Puede ocurrir que se sienta pena por uno mismo y por el otro que cursa con el padecimiento, se da uno cuenta de que la forma de vida ha cambiado o está cambiando de una manera drástica. se deja de sentir alegría por la existencia y la pena puede conducir a la depresión y a la desesperación. El futuro que antes parecía tan esperanzador ahora parece un gran espacio blanco con un gigantesco punto de interrogación en el medio. y surge la pregunta de dónde surgirá la capacidad para vivir el resto de la vida con esa complicación.
V. Negociación: En esta etapa se realiza un último intento de llegar a un compromiso con la realidad de la enfermedad crónica y se intenta llegar a acuerdos con uno mismo y con los profesionales tratantes. Lo más importante en esta fase es comprender que la enfermedad crónica no es un castigo por algo que se hizo mal. Se comienza a entender que desafortunadamente es una de las muchas enfermedades que forman parte de la vida.
VI. Aceptación: Se reconoce que se tendrán algunos días buenos y algunos malos días. Se aprende todo sobre cómo manejar la enfermedad, que actividades desencadenan una crisis y que tipo de tratamiento ayuda más para incrementar el número de días en el que la persona con el padecimiento se encuentre mejor. Se reconoce que la vida quizás no es tan buena como la esperada, pero sí puede ser mejorada a su máxima expresión de bienestar posible. Habiendo pasado por las etapas anteriores, ahora la enfermedad se acepta como parte más de la vida, una realidad con la que se puede y debe de vivir porque no existe otra vía de escape.
Y así, irán apareciendo la esperanza y la oportunidad de la mano del compromiso de vivir con la enfermedad, se vive la vida como lo que es: “un regalo”, y todos los seres vivos estamos invitados a ser protagonistas del proceso que se da entre el nacer y el morir.