La presencia y acumulación del pigmento antioxidante antocianina define el tono de las ciruelas, y se sabe que la síntesis de este compuesto está regulada por los genes MYB10. Ahora, unos científicos han encontrado el gen que determina el color de la piel de la ciruela japonesa.
El descubrimiento es obra de investigadores del Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG), que forma parte del sistema CERCA de la Generalidad de Cataluña, y de científicos del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), adscrito al Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural de la Generalidad de Cataluña.
En el estudio, publicado en la revista académica Frontiers in Plant Science, el equipo constató que el genoma de la ciruela contiene varias copias de los genes MYB10, y que las variaciones del ADN en una de estas copias hacen que las ciruelas tengan antocianinas en la piel (mostrando un color de azul a rojo) o no (presentando un tono amarillo o verde).
La ciruela japonesa, muy apreciada por su jugosidad, es la más abundante del mercado para su consumo directo en fresco, y España es uno de sus mayores productores dentro de la Unión Europea, con ciruelos cultivados principalmente en Extremadura, Andalucía y Murcia. Este nuevo estudio proporciona una herramienta muy eficiente para la selección temprana de frutas coloreadas y no coloreadas en los programas de mejora de ciruela japonesa, un avance alineado con los objetivos del Año Internacional de las Frutas y Verduras (AIFV), designado por la Asamblea General de la ONU, de aumentar la eficiencia de los sistemas alimentarios de frutas y promover una nutrición saludable a través de su consumo.
Los tonos del rojo al azul de las flores y las frutas se deben a las antocianinas, un grupo de pigmentos antioxidantes que promueven la polinización de las flores y protegen las plantas de los daños causados por la luz y la deshidratación. Incorporar estos antioxidantes saludables en nuestra dieta se ha relacionado con efectos anticancerígenos y antiinflamatorios, y con la prevención de enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad.
Manzanas, peras, melocotones, albaricoques, ciruelas, cerezas y fresas, todas frutas de la familia de las rosáceas, constituyen una valiosa fuente de antocianinas, contenidas en su piel y pulpa. Dado que el color de la fruta tiene un impacto importante tanto para la elección de la comunidad consumidora como para su calidad nutricional, no es de extrañar que exista un interés considerable en mejorar estos cultivos para obtener nuevas variedades que den frutos con diversos colores y tonos, al tiempo que se promueve su enriquecimiento en compuestos saludables.
Dentro de los cultivos de rosáceas, el ciruelo japonés se encuentra entre los que presentan una mayor variación de colores en las frutas, incluyendo tonos y patrones, con variedades que van desde el verde y amarillo sin antocianinas hasta el rojo, el violeta o el azul. «Estudios previos en especies de rosáceas muestran que la síntesis y la acumulación de antocianinas están reguladas por los genes MYB10. En consecuencia, el análisis de estos genes en múltiples variedades de ciruelo japonés ha demostrado ser un excelente modelo para comprender cómo se determina el color de la fruta», indica Arnau Fiol, estudiante de doctorado en el CRAG y coautor del estudio.